Es demasiado. Sin ganas de molestar. Se voltean las campanas más de lo razonable, se tiran cohetes al mogollón. A veces se hace insoportable para los vecinos. Se quejan por lo bajini pero tienen miedo a decirlo por lo alto. No podemos entenderlo. Tanto ruido es perjudicial para la salud mental y física de las personas, por no hablar de enfermos, niños, ancianos... y los perros se alborotan para desesperación de los vecinos. Parece que tanto ruido se produce con mala leche, para fastidiar a los demás y... con muy poca caridad cristiana, digo yo. ¿O no? Hemos vuelto a los años del franquismo con mucho ruido de campanas, mucho cohete, muchos santos en la calle, muchas novenas, triduos, quinarios, rosarios, cánticos... y poca caridad cristiana. Porque todo lo que se gasta en esas cosillas, se podía emplear en ayuda a los necesitados que en estos momentos son muchos y más que vamos a tener.
¿Cuanto cuesta un sólo cohete? Y se tiran muchos. El arreglo de las campanas, el reloj, el salón parroquial, la iglesia, las procesiones ¿no podía su importe destinarse a la caridad que es el primer Mandamiento. A falta de caridad cristiana, mucho ruido para demostrar lo cristiano que somos. En estos momentos de penuria es cuando más rechina esta forma de entender el cristianismo.
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