Este es un homenaje a las campanas de mi pueblo que tanto significaban para nuestras abuelas y ahora, que tenemos todo, tan poco nos acordamos de ellas. Entonces era afortunado el que tenía un reloj de bolsillo o de pared, ya que la mayoría ni eso tenía, y las campanas les avisaban para todo: por eso era el principal medio de comunicación.
Al amanecer tocaban a la alborada y todo el pueblo sabía que era hora de levantarse para ir al campo a trabajar. A media mañana escuchaban por si oían las campanas tocar, porque eso quería decir que era hora de ir a casa a comer y descansar, para a la tarde volver a trabajar a nuestro campo de cereal. Al atardecer de nuevo volvían a tocar y todo el pueblo volvía a casa a descansar.
Si alguien se moría las campanas volvian a tocar y todos lo entendían porque parece que querían llorar. Pero si el que moría era un niño, las campanas tocaban al din dan y parece que querían hablar y en su tocar nos decían (dan din, din dan, al cielo van). Si en el pueblo algo se estropeaba, las campanas volvían a tocar y todo el pueblo iba con palas y azadones para poderlo arreglar. Pero si había algo que acordar las campanas a concejo volvían a tocar y todo el pueblo en la plaza se reunía para poderlo hablar. Si algo se quemaba en el pueblo, las campanas tocan y tocan sin parar y todo el pueblo corría para el fuego poder apagar. Si venía una tormenta, las campanas volvían a tocar y con su potente sonido a la nube hacían marchar.
Apenas había relojes, por lo que para saber la hora se guiaban del sol, o las campanas que cada año un vecino se encargaba de tocar, y como había que pagar un tanto al campanero, se hacían de la siguiente manera: cada año se reunían en concejo y hacían una subasta para ver quién lo hacía mas barato y ése era el encargado de tocar las campanas durante todo el año, para el año siguiente repetir la operación.
Por esto y por mucho más, en Villavante a las campanas quieren homenajear y el primer domingo de agosto a todos nos han de invitar a un encuentro de campaneros que nos hace recordar. Allí todos pueden las campanas tocar. Y al final una merienda nos darán y un buen baile para que nada pueda faltar. Y todo eso sin cobrar un real.
A esta fiesta todo el mundo queda invitado pues en Villavante todo el que llegue bienvenido será.