BARBER, Llorenç - La ciudad y sus ecos

lingua ludens. (notas sobre mi acercamiento al canto difónico).

conocí a kosugi en saint-baume un verano actum lleno de amigos (daniel charles, esther ferrer, juan hidalgo, etc.), y algo más tarde a charlie morrow en un curso de músicas ceremoniales en la complutense. ambos jugaban con su voz, y no tardé en intentar imitarles. a decir verdad, fue especialmente gracias a charlie como produje las primeras, tímidas, difonías con mi garganta.
desde que, en la primavera de 1980, comencé mis conciertos de campanas, la voz, todavía incierta, escarbaba entre armónicos su hueco. era el momento más delicado de los recitales. mas, con el tiempo, se iría la difonía asegurando, creciendo, mixturándose ya con las campanas (también difónicas merced al roce de mis labios con los suyos). hallé y nombré: linguopharincampanología ¡tres y hasta cuatro voces simultáneas!
cuando se trabaja la difonía se desarrolla un sentido especial para captar y entrar en los complejos mundos sonoros que forman por ejemplo los motores (los de los electrodomésticos caseros como los de los automóviles). de modo que, haciendo de la necesidad virtud, aproveché los constantes viajes a que mi profesión (o procesión) obliga para convertir mi furgoneta en el mejor ubi y sostén armónico donde cantar, incansablemente, durante horas. pero también las resonancias y rebotes que produce el cantar en diversos recintos, las arquitecturas, adquieren determinante relevancia. en breve, cambió mi modo de escuchar (y no sólo la música) desde que practiqué la difonía. ahora oigo cosas distintas porque entrando en el sonido se percibe de otra forma.
el verano pasado estuve en parís. a través de fátima miranda, a la sazón estudiante de técnicas vocales orientales, conocí a tran quang hai (músico vietnamí trabajador del museo de l'homme). y éste me confirmó por vez primera la corrección de mi práctica, así como su susceptibilidad de mejorarse. una locura de canto me invadió: cuarenta días con sus noches en bucálico trance que transformarían, asentándola más sólidamente, mi difonía: podía abarcar ahora un ámbito de novena diatónica.
entonces fue cuando comencé a desear encontrarme con el público sin la distancia carcelaria que mi instrumento imponía (como instrumentista, siempre me había parecido que la herramienta era potencia y cárcel: con ella, tras ella, me sentía fuerte, pero también limitado y mediatizado). de vuelta a madrid me preparé fieramente. a sugerencia mía a. benamargo, buen amigo, tuvo la enorme paciencia de formarme maratonianamente en voz flamenca, pues había observado el fino oído de los cantaores para matizar el color. nuestra atención se centró en el estudio de los martinetes dado mi especial interés en la voz sola, sin la base de ningún instrumento otro.
desde entonces vengo practicando las más extrañas vaginaciones bucales que se me ocurren, y con el solo fin (amén del goce que me garantiza) de poder, al cabo, presentarme, superadas vergüenzas y limitaciones, ante vosotros, para que me acompañéis en este arriesgado y frágil desafío linguofaríngeo.

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    Actualización: 12-05-2024
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