GONZÁLEZ GUDINO, María Ángeles - Campanas de siempre - Recuerdos de todos

Campanas de siempre

Recuerdos de todos

María Ángeles GONZÁLEZ GUDINO
Valencia (2003)

La Catedral de Valencia. Su torre campanario. Sus campanas

Me gusta ver alzarse hacia el cielo las torres campanarios de nuestra Ciudad. Ellas nos marcan la situación de muchas de nuestras antiguas parroquias y conventos, algunos hoy desaparecidos, de los que solo nos quedan sus iglesias. Las distinguimos por su forma y situación y nos sirven para localizar también nuestros más importantes edificios, que generalmente se encuentran próximos a ellas. Bonita vista desde el Rey de estas torres, el Miguelete.

Es este la torre de nuestra Catedral y testigo mudo de la estructura y vida de Valencia durante siglos. Su construcción comenzaba hace mucho tiempo, a finales del siglo XIV. Por entonces la Ciudad comenzaba a despegar para convertirse en una de las más importantes ciudades del Mediterráneo. El siglo XV constituiría nuestro gran Siglo de Oro y los valencianos se afanaban para engrandecer y embellecer Valencia.

Nuestra Catedral, por aquel entonces, más pequeña de lo que es ahora, solo se extendía hasta el tercer arco de su nave central, aÚn cuando parece ser, como veremos más adelante, que en el proyecto primitivo ya se establecía su actual longitud. La impresionante Sala Capitular, precioso ejemplar gótico, estaba situada muy próxima a ella, aunque independiente del complejo catedralicio y servía como Cátedra de Teología del Cabildo. Durante cinco años había sido regentada por San Vicente Ferrer. Esta sala, en la actualidad Capilla del Santo Cáliz, guarda entre sus muros la más preciada reliquia de la cristiandad: el Santo Cáliz de la Cena. Alrededor de ella, y fijándonos en lo que más tarde serían los pies de la Catedral se extendían las angostas calles de la Ciudad. También debían ser estrechas las casas que las constituían, pues consta en los archivos de la Ciudad que tuvieron que derribarse 11 casas para poder dejar el terreno necesario para la construcción del Campanar Nou, el Miguelete, que durante tiempo quedaría exento, como estructura independiente de la Catedral, pero más o menos a nivel del futuro pie de ésta. Poco a poco, durante 40 años nos dice Galluz, los valencianos irían viendo como se alzaba en nuestra Ciudad su más singular y esbelta torre campanario y lo hacía en el estilo predominante en la época, hasta convertirse en uno de los más bellos ejemplares del gótico valenciano. Uno de aquellos valencianos sería nuestro Santo Patrono San Vicente Ferrer, que vería sus distintas fases de construcción durante sus estancias en nuestra Ciudad, pero que no llegaría a conocer su terminación. Siempre se ha reconocido en esta torre a uno de nuestros más genuinos representantes. Desde su terraza se domina la Ciudad y aquella terraza, testigo de muchos acontecimientos, es lugar casi obligado de visita para el que de fuera viene, y también para los valencianos. Tranquilidad y sosiego se respira en ella de los que solo nos saca el imponente sonido de sus campanas, tañendo al viento y adquiriendo una extraordinaria fuerza desde aquella terraza.

Es nuestra Catedral uno de los edificios más antiguos de Valencia, teniendo bajo sus cimientos una larga historia, siempre ligada a lugar importante de culto. Más o menos, sobre el lugar que ocupa, se cree que existió el templo que en honor de Diana hizo levantar Gneo Scipión alrededor de 70 años después de la fundación de Valencia. Cosa creíble dado que aquellos terrenos eran lindantes con el Foro romano de la Ciudad. Lo bien cierto es, que la Catedral embebe en su recinto, al menos, parte de lo que fuera un importante templo pagano, como embebe en parte, como lo han demostrado los hallazgos arqueológicos, parte de lo que fuera la Catedral visigótica, dedicada al Salvador y a la que estaba adosada una capilla en honor de nuestro Santo Patrono el diácono Mártir San Vicente, al que se debe nuestra cristianización, y al que el Rey Jaime se encomendó durante la conquista de Valencia. Con la invasión sarracena, sobre aquel lugar se levantaría la Mezquita Mayor, en cuya entrada principal, que debía estar al lado de la puerta de los Apóstoles, ya se reunía desde el siglo X, el tribunal de los acequieros, de la misma forma que cada jueves, el Tribunal de las Aguas, su legítimo e ininterrumpido sucesor, viene reuniéndose en la longeta de dicha puerta que se encontraba protegida hasta 1798 por una verja saliente, circular que avanzaba sobre la calle del Miguelete y que se cerraba de noche.

Cuando en el año 1095 el Cid tomó Valencia, se bendijo, entre otras su Mezquita Mayor, convirtiéndola en Catedral, poniéndola bajo la advocación de Santa María y nombrando a Jerónimo de Petrágoras, Obispo de Valencia. Tras aquel breve periodo de tiempo de una Valencia cristiana, conviviendo con una árabe, la Ciudad caía de nuevo en manos de los hijos de Mahoma y su Catedral de nuevo se convertía en la Mezquita Mayor, por aquella costumbre de los conquistadores en convertir los lugares de culto anteriores, en lugares de culto de su religión.

Con la conquista definitiva de Valencia por Jaime I, la Mezquita Mayor, era bendecida y de nuevo pasaba a Catedral, poniéndose bajo la advocación de María Santísima en el misterio de su gloriosa Asunción. El propio Rey colocaba sobre el altar la bellísima pintura de la Virgen que durante siglos lo presidió, a cuyos pies, unos versos en latín nos narraban el suceso. Este bellísimo icono bizantino, del que se conservan fotografías, desaparecía, junto con otros incalculables tesoros, no solo de la Catedral, sino también de las iglesias y conventos de Valencia, durante la Guerra Civil, pérdida importante del patrimonio de los valencianos. Don Jaime llamó a esta iglesia “Ecclesia Sanctae Mariae Sedis Valentiae” o lo que es lo mismo. “Iglesia de Santa María de la Seo de Valencia”. A lo largo de la historia recibió también los nombres de Iglesia Mayor de la Seu, Seo y Catedral.

Veinticuatro años después de la conquista de Valencia, el 23 de julio de 1262, el tercer Obispo de Valencia, el dominico, Fray Andrés de Albalat, ponía la primera piedra para la renovación de la Seo. Tal vez, durante aquellos 24 primeros años tras la Conquista, nuestra Catedral permaneciera como lo estaba cuando era mezquita, pero debió pensarse pronto en su renovación y mejor acondicionamiento para los fines religiosos que se perseguían, y su renovación se haría, como es lógico, siguiendo los gustos arquitectónicos imperantes en la época, en estilo gótico, y rebajando el suelo a fin de dar mayor elevación a las bóvedas, por lo que antiguamente se bajaban algunas gradas para entrar a ella. Cuando posteriormente se elevó el pavimento, se acortó así mismo la altura de sus naves, resultando menos esbelta. SegÚn Cruilles, la primera puerta que se le hizo fue la de los Apóstoles, a la que seguiría la magnífica portada románico- bizantina del Palau, aÚn cuando otros autores estiman que sería esta Última la primera en realizarse y aÚn se piensa que podría estar ya construida incluso antes de iniciar la nueva obra de la Catedral, en 1262, y por un autor distinto, por su estilo románico bizantino totalmente diferente al del resto de la Catedral gótica y por haberse destacado que dicha portada ocupara el lugar del antiguo mirhab de la Mezquita Mayor, borrando de esta forma muy tempranamente cualquier recuerdo de aquella. En el friso del cornisón que la termina se ven catorce cabezas constituyendo siete parejas varón-hembra con sus nombres interpolados entre sus cabezas. Se ha creído que representaban los siete matrimonios que vinieron, con la Conquista, a esta Ciudad en compañía de trescientas mujeres leridanas a fin de repoblarla, aunque también es posible, como dice Cruilles, que fuesen bienhechores insignes de la iglesia, o de los que contribuyeron a la realización de esta portada. El orden de construcción del templo es bien conocido, sabiéndose que se empezó por la girola y se prosiguió por el tramo de la cabecera de la nave principal, que debía estar construido antes de finales del siglo XIII. La Sacristía, a la que se accede por un corredor de gruesos muros y ocupa el ángulo que forma el brazo derecho con el arranque de la girola, es junto con el ábside y la girola, el crucero y la capilla mayor, uno de los elementos más antiguos de la Catedral y por su orientación y disposición debía estar en relación con la antigua mezquita, coincidiendo con parte de aquella. A partir de 1303 estaba ya finalizada toda esta parte de la Catedral, obra del maestro Arnau Vidal, puesto que entonces comienzan las obras de tres naves longitudinales bajo la dirección de Nicolás de Ancona. Aquella primera construcción tendría, pues, varias fases de ensanchamiento y engrandecimiento. 72 años después de empezada la obra, en 1334, ya estaba prevista su ampliación para alcanzar su longitud actual, a pesar de que ésta tardaría siglos en alcanzarse. El cimborrio actual, bellísima obra octogonal que le confiere gran elegancia data de 1404, existiendo con anterioridad otro más sencillo. Sobre su clave estaba colocada una campana, de excelente timbre, destinada a dar la señal a las campanas de la torre, para lo cual bajaba una larga soga al plano del templo a fin de tañerla. El más singular aviso que se hacía era el del fallecimiento de los señores canónigos, pues se tocaba durante una hora sin interrupción al tiempo de ocurrir o saberse la defunción.

El arco que comunica y une la Catedral, con el Palacio Arzobispal es muy antiguo, data de 1357 y se debe al Obispo Vidal de Blanes, lo mismo que la construcción del Aula Capitular, en la que además de servir de Cátedra de Teología, diciéndose que tenía capacidad para 400 alumnos, se reunía el Capítulo y se guardaban en ella los numerosos libros de coro y el rico repertorio de la Capilla de MÚsica de nuestra Catedral, que alcanzó gran celebridad por los maestros y compositores que la rigieron. En ella se encuentran las cadenas que cercaban el puerto de Marsella y el espolón con que fueron rotas, donación de Alfonso el Magnánimo, así como el Santo Cáliz que el mismo Rey regalaba a la Catedral de Valencia en 1446. Esta obra que nacía exenta de la Catedral, poseyendo portada propia, conserva sus pétreos bancos y su pÚlpito. En su testero, haciendo las veces de retablo la antigua fachada gótica del trascoro, del siglo XV, trasladada allí en 1777 y a ambos lados de ella, los 12 relieves en alabastro de Giulano Poggibonsi representando escenas del Antiguo y Nuevo Testamento calificados por Tormo como “la primera obra del Renacimiento florentino fuera de Florencia”, y primer conjunto escultórico renacentista existente en España, de excepcional valor. En el lado opuesto al pÚlpito una elegante puerta gótica permite el acceso a lo que actualmente son las estancias del Museo Catedralicio.

En 1459, cuando ya hacía algunos años que se había terminado de construir el Campanar Nou o Miguelete, comenzaba la obra de prolongar la Catedral hasta su límite actual, dándole una longitud de 94 metros desde su puerta principal, la más moderna, construida a principios del siglo XVIII y situada a los pies, hasta el testero de la capilla central de la rotonda, siendo de 53 metros y 65 centímetros la longitud de puerta a puerta del crucero. Con ello se convertía la Catedral en el mayor edificio de Valencia. Con la prolongación de la Catedral se unieron a ella otros elementos hasta entonces exentos, como su torre-campanario y su Aula o Sala Capitular.

Se conoce como obra nueva o balconcillos del cabildo los dos cuerpos con arcos que cubren el ábside de la Catedral, en la parte que mira a la plaza. Hasta 1693 el Domingo de Ramos, se pronunciaba desde allí, al tiempo de la procesión, el Sermón de la Palma, que se confiaba al orador que más se había distinguido durante la Cuaresma y que Cabildo y Jurados escuchaban desde los asientos situados sobre un tablado colocado al lado de la verja de la puerta de los Apóstoles. El pasadizo que comunica la Basílica de la Virgen con la Catedral se sabe que existía en 1667, cuando aquella se inauguró, pero se sabe también que su construcción fue denegada en 1659.

En el centro del ábside existe en el exterior, una pequeña capilla dedicada a Santiago y cerrada por una verja de hierro, donde se cree, y así se señala, como el lugar donde se dijo la primera misa, en el interior de la Ciudad, después de la Conquista.

El coro de nuestra Catedral, que hace años se desmontó, era notable por su sillería de nogal. Tenía 83 sillas en el coro alto y 72 en el plano. Los bajorrelieves del trascoro, de piedra alabastrina, que datan de 1466, son los que hoy están colocados en la Capilla del Santo Cáliz.

La capilla de San Pedro, titular de la antiquísima parroquia de la Reconquista, siempre ligada a la Catedral, es la Última de la nave izquierda del crucero, pero estuvo primitivamente en la primera capilla de la misma nave. No podemos olvidar mencionar aquí, el pÚlpito gótico, de alabastro, que existe arrimado a la pilastra de la derecha de la Capilla Mayor por haber predicado en él San Vicente Ferrer.

Esta iglesia fue sede episcopal desde que los arrianos se convirtieron al cristianismo cuando Ubiligisculo, su obispo, abjuró del arrianismo en el tercer Concilio de Toledo. Justiniano fue obispo de esta sede desde aproximadamente el año 531 al 546, conociéndose los nombres de sus sucesores. Once fueron los obispos que tuvo Valencia tras la conquista hasta que fue ascendida a sede arzobispal, siendo el Último Rodrigo de Borja, más tarde Papa Alejandro VI. Fue durante su obispado cuando su tío y antecesor en él, Alfonso de Borja, como Papa Calixto III ascendía la sede de Valencia a la categoría de Arzobispado, siendo Rodrigo su primer Arzobispo.

Como hemos dicho más arriba, en 1334 ya se pensó en ampliar la Catedral hasta su longitud actual, lo que viene corroborado por la inscripción que existía en una lápida, situada en la base del Miguelete en la que se contaba que en aquel año, reinando Alfonso II y siendo Obispo de Valencia Ramón Gastón, se colocaba allí la primera piedra. No es pues de extrañar que la obra de ampliación se comenzara por la construcción de una nueva y espléndida torre campanario en aquel lugar, que estaba destinado a ser los pies de la Catedral, pero no sería hasta 1376 cuando se iniciaran los trámites necesarios para su construcción. Tras pedir licencia al Rey se expropiaban 11 casas determinando el propio Cabildo que tanto el Obispo, como el resto del mismo, cediesen, bajo pena de excomunión la mitad de sus rentas para la realización del campanario, encargando la obra al mestre en pedra Pere Balaguer, enviándolo a otras ciudades para que viera torres y campanarios. Dos años después, en 1378, el Capítulo contrataba un reloj de grandes dimensiones con una esfera de 24 horas y una campana para tocar las horas, posiblemente destinado al nuevo campanario. Por fin en 1381 se iniciaban las obras de la torre, lo que viene recogido en una inscripción situada en una de las caras de la torre, que traducida dice: “Este campanario fue comenzado en el año de la Natividad del Señor de 1381, reinando en Aragón el muy noble Rey Pedro, siendo Obispo de Valencia, el muy noble Jaime, hijo del noble infante Pedro y primo hermano de dicho Rey”. Hacia 1418 la obra estaba próxima a su terminación y ese mismo año, se fundía por primera vez la campana “El Miguel”, cuyo diminutivo daría nombre al campanario La obra llegaba a la terraza para unos en 1421, mientras que para otros se prolongaría hasta 1425, y en ella se colocaban diversas estructuras de madera, para colgar la campana de las horas. Al año siguiente de finalizado el campanario, el Cabildo determinaba construir un suntuoso pináculo rodeado de varias imágenes como remate, para lo que se hipotecaron las casas de los canónigos, pero nunca llegó a realizarse. La actual espadaña, con dos huecos, para la campana de las horas y la de los cuartos es muy posterior, pues se realizaba entre 1660 y 1736. La elegante cestería de piedra calada que le servía de corona a esta terraza, sería arrasada en el siglo XVIII, sustituyéndose por otra de hierro y finalmente restaurada en 1983.

El “Campanar Nou” o “Torre del Miguelete” es de planta octogonal, teniendo la misma altura que su perímetro: 50,83 metros, hasta la terraza, pudiéndose distinguir en él cuatro cuerpos, siendo el Último el que alberga las campanas de la Catedral. En su interior, en su mayor parte macizo, esta recorrido por una escalera de caracol que da acceso a los diversos departamentos de la torre, tres salas, y a la terraza, a través de unos 205 escalones. El primer cuerpo, macizo, solo deja el hueco helicoidal de la escalera. En el segundo cuerpo hay un recinto abovedado, conocido como la prisión, por ser este el sitio donde vivían los que se acogían a sagrado, por ser perseguidos por la justicia. El sol solo entra en esta sala dos veces al año y por la seguridad que presenta fue utilizado como centro de operaciones durante la Guerra Civil. La ventana que está delante de la prisión era el antiguo acceso al reloj de la Ciudad, siendo cerrada al construir el Último mecánico en 1684. En el tercer piso existe otro recinto abovedado, primitivamente con dos pisos, que era la casa del campaner. Tiene dos ventanas, una hacia la plaza de la Reina, otra hacia la Catedral y su cimborrio. En ella vivía el campanero de la Catedral. Hoy, desprovista de este uso se dejó una sola estancia que es la que guarda la campana “Eloy”, por ser campana foránea procedente de Santa Catalina, un contrapeso de hierro de cuando en 1968 se electrificaron seis de las campanas de la sala y un brazo de “La Bàrbera” que fue desmontado entonces. En el cuarto cuerpo, el superior, se encuentra la Sala de campanas. Situado a 37 metros del suelo, tiene un hueco para campanas en 7 de sus 8 caras, siendo la que no tiene hueco la que da a la escalera. Este cuerpo se encuentra elegantemente adornado, con motivos góticos, en su parte exterior, dando gran belleza al campanario. Once son las campanas que desde 1420 alberga esta sala de campanas, sin embargo Cruilles, al hablar de esta sala nos dice que “las campanas son 13: siete colocadas en los arcos y las restantes en el interior: hay dos que se cree son las primitivas, la mayor pesa 896 Kg. Y se vació en 1429". Es curioso que el año de fundición corresponda a “El Jaume”, una de las más antiguas, mientras que el peso que da es el de “El Vicent”. Al hablar de la torre, en lo referente a su espadaña nos dice que tiene un arco y otro sobre él, rematando en cÚspide, sobre la que está la veleta, y que la elevación de ésta es de 60 metros y 46 centímetros. “En dichos arcos, continua, están suspendidas las campanas del Reloj, que antiguamente las hacían sonar con mazos dos hombres, hasta 1466 en que se les puso movimiento regular: estos golpes y exhalaciones eléctricas otras veces, ocasionaron roturas y repetidas fundiciones... Por razón de estar allí estas campanas usufructÚa el Ayuntamiento esta terraza y tiene colocado el reloj principal de la Ciudad como a dos tercios de la torre desde 1418 en que se trasladó, pues en lo antiguo estaba en el ángulo de las Casas Consistoriales derribadas, correspondiente a la bocacalle que por ese motivo se llamó del Reloj Viejo”.

El acceso a la torre se realiza actualmente a través de la Catedral. Tras un corto pasillo se accede a un patio que da entrada a la torre y desde él puedes apreciar que esta torre, tanto religiosa como civil, era originariamente un edificio exento, separado de la Catedral y unido posteriormente.

En 1418, como hemos dicho, ya estaba próxima la finalización de la torre y por una concordia entre la Ciudad, la Fábrica de Murs y Valls, el Obispo y el Capítulo, se acordaba encargar una gran campana para el reloj de la torre nueva que se estaba construyendo, que se dedicaría a San Miguel Arcángel, protector de las tormentas y protector y patrono de Valencia. Aquella campana se establecía que tan solo debía servir para tocar las horas, y ese mismo año se fundía la gran campana cuyo diminutivo daría nombre a la torre campanario. Aquel gran reloj de la Ciudad se colocaría en esta torre campanario, manteniéndose en ella hasta 1684 en que la Ciudad acordó hacer un reloj nuevo para el campanario en el que permanecería hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX, en que se desmantelaría y su antigua maquinaria se vendía como chatarra. Hoy el actual reloj, repuesto en 1990 es un ordenador situado en la capilla de San Vicente Mártir y controla también los toques automáticos diarios de las campanas.

El nombre con el que era bendecida ésta campana tenía gran trascendencia para Valencia. Aben Zayan firmaba las capitulaciones de Valencia el 28 de septiembre de 1238, víspera de la festividad de San Miguel Arcángel, aÚn cuando su entrada en la Ciudad no se realizara hasta el día 9 de Octubre, festividad de San Donís y día en el que se bendecía la Mezquita Mayor, convirtiéndola en la Catedral de Valencia. En aquellas capitulaciones se pactaría el respeto a los ciudadanos árabes, tanto a los que quisieran salir de Valencia, como a los que se quedasen en ella, evitando la rapiña de las fuerzas conquistadoras e induciendo a los que se quedaban a la obediencia a sus nuevos señores, y esto a pesar de que un año antes Jaime primero, en 1237, ya distribuyera entre sus huestes el botín de guerra, como bien quedo plasmado en el Llibre del Repartiment. Bien conocía el Rey la Ciudad de Valencia antes de entrar en ella, pues no en balde el señor de Alagón había vivido en ella como huésped de Abu Zeit, el rey moro de Valencia, recientemente destronado y señor de Segorbe, que pronto se convertiría en aliado y vasallo cristiano, se bautizaría tomando el nombre de Vicente, fundaría el Convento de San Francisco, sobre lo fuera palacio suyo y sería enterrado en nuestra Ciudad. Sería pues el 28 de septiembre, víspera de San Miguel Arcángel día grande para Valencia, tal vez por ello fuera nombrado este arcángel patrono protector de la Ciudad, uno de los muchos que con los años tuvo y tiene Valencia pues junto a éste también los son: desde los primeros años de la Conquista San Vicente Mártir, por cuya intercesión y la de la Virgen María se había conquistado Valencia, como bien reconocía Jaime I y el Cristo del Salvador, ese Cristo Crucificado que, sin el brazo derecho, aguas arriba, llegaba a Valencia, así como más recientemente los dominicos San Vicente Ferrer y San Luis Bertrán, hijos de Valencia, la Virgen de los Desamparados y San José, y aÚn creo que alguno más que en este momento no me acude a la memoria.

San Miguel Arcángel sería nombrado Ángel Custodio de la Ciudad y su fiesta, durante el primer siglo de la Conquista llegaría a ser de las más celebradas de Valencia, junto a las de la Mare de Déu d’Agost, bajo cuya invocación se puso la Catedral y San Vicente Mártir, hasta ir poco a poco decayendo con el tiempo y con la importancia que a partir de 1355 fue adquiriendo la fiesta del Corpus Christi, hasta convertirse en la primera y principal fiesta de Valencia, durante muchos siglos, hecho este del que nos queda una referencia innegable en el modo de tocar de nuestras campanas. Como recuerdo de aquel principal patrono una personificación del Ángel Custodio de la Ciudad desde antiguo esta presente en nuestra más importante y antigua procesión General.

Imaginémonos aquella importante fiesta, de la que nos han llegado algunas referencias. Las campanas de la Catedral voltearían y repicarían anunciando la fiesta, tanto en la víspera como en la fiesta, y marcarían en esta los pasos de la Procesión General. Hoy nada nos la recuerda, hasta las campanas de nuestra Catedral permanecen mudas en estas fechas. La gente acude a la plaza de la Seo aÚn antes de que comience la Procesión, y como hoy, en cualquier fiesta importante, se agolpa en la plaza y en sus calles de alrededor y también en la calle de Caballeros. Están cerca de la Casa de la Ciudad, ya por entonces ocupando los terrenos del actual Jardín de la Generalidad, esperando que de ella salga la procesión, para terminar volviendo a ella. No solo veremos al Arcángel estático, en su anda, con su espada en una mano y en la otra el escudo de Valencia, sino también podemos ver a ese ciudadano, vestido de Ángel que recorrerá las calles de la Ciudad, interviniendo, junto con las autoridades, en algÚn que otro importante acontecimiento. Nos cuenta Cruilles que sería el “ángel”, o mejor la personificación del “ángel”, el que colocaría la primera piedra del Monasterio de la Trinidad en 1445. Sor Isabel de Villena, su primera abadesa y la primera mujer de las letras españolas, testificaría que aquella primera piedra la pondrían “el ángel”, el Obispo, y la “Reina Doña María”, mujer de Alfonso el Magnánimo y virreina de Valencia y que la reina dejaría en aquel convento una sortija suya de gran valor. Pero este ángel no debía ser el Ángel Custodio de la Ciudad, pues no coincide la fecha con la del 29 de septiembre, aunque nos habla de otra de las tradiciones y es la de que en el día del Ángel Custodio, 9 de julio, un hombre vestido de ángel, recorría las calles de la Ciudad.

Pero volvamos a la fiesta. Ya se oyen las campanas volteando al viento, anunciando que está próxima a salir la procesión. No serían las campanas que volteaban las que actualmente se encuentran en la torre de la Catedral, casi seguro serían otras, más antiguas, que tal vez refundidas una y otra vez, terminaran por desaparecer. Tal vez “La Caterina” ya volteara por aquel entonces, desde el viejo campanario de la Catedral, que iba a ser sustituido.

El Ángel Custodio de la Ciudad, estaría presente en la Casa de la Ciudad, en la que tenía su capilla, en la cámara secreta de los jurados, y en ella, todos los días, ante su imagen, oían aquellos misa, oficiada por uno de los capellanes de la Casa. Y muy cerca de aquella capilla existía un pasillo, en el que en un hueco que en él había, se encontraba cuidadosamente guardado por el Cabildo el “Libro del bien y del mal”, en el que se recogían las buenas y malas obras de los ciudadanos valencianos. Este curioso libro, que durante muchos años existió en la Casa de la Ciudad, al parecer desapareció en la Guerra de las Germanías, para no volver a existir nunca más. ¿Que interés tenía su desaparición, sino era el de poder evitar alguna que otra represalia tras aquel conflicto? ¿Algunos de los cabecillas de aquella revolución estaban reflejados en él? Fue la existencia y permanencia de este libro una curiosidad más de las muchas que ha tenido y tiene Valencia. Como curiosidad es también lo que se cuenta de aquella revuelta referente a la torre campanario por excelencia de Valencia.

Subiendo al Miguelete, en la cabecera de su octavo escalón podemos ver todavía unas marcas en la pared del muro, que se dice mandó hacer el Capítulo para cerrar el acceso a la torre, en la que se depositaba el tesoro de la Catedral, quedando con él encerrados en ella unos cuantos sacerdotes armados con pan, carne seca y agua suficientes como para aguantar un año. Indica también la existencia de aquel libro el celo que, nuestros más directos representantes, nuestro Cabildo Municipal, tenía en que nuestra historia, perviviera para los venideros, lo más puntualmente posible. Y es una pena, que unos ciudadanos, como somos los valencianos, tan cuidadosos en recoger todo lo nuestro, en determinados momentos de nuestra historia, casi siempre revolucionarios, destruyéramos lo que tan cuidadosamente había sido guardado por nuestros mayores. Buen ejemplo de ello lo tenemos en la desaparición de este y otros muchos libros, en el expolio y destrucción de los archivos parroquiales de nuestras parroquias de la reconquista durante la Guerra Civil, que junto a los incendios accidentales que muchas de ellas sufrieron a lo largo de los siglos, vino a terminar con gran parte de nuestra más antigua documentación. Pero a pesar de todo, y por ese espíritu recopilador del pueblo valenciano, muchos e importantes archivos y bibliotecas, posee nuestra Ciudad, tanto pÚblicos como privados. Importantísimo y ejemplar es el Archivo Municipal, gozada para el estudioso que a él se acerca, y ejemplo en la guarda de sus más antiguos documentos y este a pesar de la importante documentación que se perdió en los dos voraces incendios que sufrió la Casa de la Ciudad, en 1423 y 1585. Del Último quedó el testimonio de un testigo presencial que nos describió como el 15 de febrero a las siete de la tarde se prendió fuego el Ayuntamiento el Archivo del Racionalato, propagándose rápidamente el fuego y ardiendo todos los altos de la Casa, en donde se encontraban los archivos con todos sus papeles. El fuego mantuvo su intensidad durante trece horas, no consiguiendo apagarlo en todo el resto del día siguiente. Consumió el fuego en especial los llamados libros de Taula hasta el año 1562. El resto de los libros, rotos a hachazos los armarios que los contenían se arrojaron por las ventanas junto con los libros de la Corte Civil, de la Criminal y del Justicia de 33 sueldos, siendo llevados a carretazos a la Catedral y a casas particulares. Se cree que este incendio fue provocado por los presos de la torre, donde estaban las cárceles de la Ciudad, por haber comenzado por estas, al no ser indultados por Felipe I de Valencia (II de Castilla), a la sazón en la Ciudad. Con aquel incendio, aÚn cuando en gran parte la documentación que se consiguió salvar volviera al Ayuntamiento, desaparecían importantes datos de nuestra historia. AÚn lloro, como valenciana, aquella maldita bomba francesa que fuera a caer en la reciente Biblioteca de nuestra Universidad, provocando su incendio y con él la desaparición de los 20.000 volÚmenes fundacionales, entre los que se encontraban numerosos incunables, lo que no impidió que con el tiempo nuestra biblioteca universitaria llegara a ser la segunda en importancia de España, por detrás de la Biblioteca Nacional. Pérdida esta, no solo para nuestra Ciudad, sino también para la cultura occidental.

La campana “El Miquel”, se fundía por primera vez aquel año de 1418. Con el uso debió agrietarse, así es, que en varias ocasiones se procedió a su refundición, lo que sabemos que se hizo en 1465, 1481, 1521 y finalmente en 1539, siendo ésta, su quinta refundición, la que ha llegado hasta nosotros. “El Miquel” tiene pues, en su bronce, un origen muy anterior al que consta en su fecha de fundición. Su epigrafía como era muy frecuente en aquella época, lleva inscrita el Ave María, pidiendo además la protección del arcángel titular, en el combate “... sante micaele archanniele defendenos in prelio ve non pereant”. Esta gran campana, la mayor en uso de la Corona de Aragón y la tercera de España tras las de Toledo y Pamplona, con una boca de 238 cm de diámetro y un peso aproximado de 7.514 kilos, no tiene badajo, tocándose golpeándola desde fuera mediante un gran mazo antiguo. Se cuenta, que el día de San Francisco, 4 de octubre de 1623, tocando las 11 de la noche, cayó ésta campana, rompiéndose las asas, siendo ésta o no otra la causa de no tenerlas. La campana toca las horas de día y de noche, sin repetirlas, y por las noches, cuando el ambiente es hÚmedo y corre un poco de brisa, puede oírsela a varios kilómetros, de cinco a siete. Por ello se le conoce también como “campana de las horas”. Ya en el siglo XX, durante muchos años estuvo sin uso, pero hace ya unos cuantos que el gremio de campaneros, con ayuda del Ayuntamiento de Valencia, del que depende esta campana, así como su compañera, la de los cuartos, la puso nuevamente en funcionamiento con lo que todos los valencianos podemos oír su grave sonido, indicándonos, como desde hace muchos siglos, la hora del día. Hoy ya no son necesarios dos hombres para tocarla, se activa mecánicamente, estando su antigua maza exterior accionada por aire comprimido. Es una campana que tiene meritos suficientes como para ser incluida como bien mueble, por ello el gremio recomienda que en caso de romperse, no se refunda, como tantas veces se hizo, sino que tan solo se suelde.

Construida la espadaña de la terraza, con dos huecos para campanas, en el inferior se colocaba “El Miquel” mientras que para el superior se dejaba la “Campana de los cuartos”, que se fundía en el año 1736, el mismo año que se terminaba su construcción Aunque mucho más pequeña que su compañera, con sus aproximadamente 749 kilos, podemos considerarla una campana mediana, mayor que muchas de las campanas que están presentes en nuestros campanarios. Su epigrafía nos dice que se hizo en Valencia y quienes son sus patronos. Es, como todas las campanas de nuestra Catedral, una campana histórica y la Única de ellas que lleva grabado el escudo de Valencia. Su acceso es muy difícil, pues solo se puede llegar a ella escalando. Toca los cuartos desde las 8 de la mañana hasta las 12 de la noche A partir de esta hora solo toca un solo golpe a la media. Es una campana que a pesar de los defectos de fundición que tiene es muy sonora y vibrante. Como “El Miquel” o “Micalet” es campana de la Ciudad, estando ésta obligada a conservarlas, solo pueden tocar para el reloj, es decir las horas, segÚn la antigua concordia de 1418 y como él se toca mediante un martillo exterior., que en la actualidad no es el antiguo sino un electromazo. Completa la función de reloj de la campana de las horas y como ella estuvo muchos años callada hasta que ambas fueron puestas en marcha por el gremio de campaneros.

Once son las campanas que desde aproximadamente 1420 alberga la Sala de Campanas del campanario de nuestra Catedral. En un principio debieron pasar a ella las campanas de la vieja torre, pues esto sucedió en la renovación de algunos campanarios parroquiales, y tal vez “La Caterina” sea una de ellas, ya que se trata de una campana de 1305, fecha muy anterior a la construcción del Campanar Nou o Miguelete, se trata por tanto de la campana más antigua en uso de los campanarios de la Corona de Aragón. Sería esta antigua campana una de las que fueron llevadas a la Expo de Sevilla, para sobre un campanario, diseñado especialmente para aquella ocasión, ser tocada cuatro veces al día por el gremio de campaneros valencianos, siendo la tercera en tamaño, tras sus hermanas “El Pau” y “El Jaume”, que también fueron trasladadas. Una bomba disparada desde la Ciudadela hizo impacto en ella a mediados del siglo XIX, haciéndola caer y rompiéndose las asas. Como campana más antigua se reduce mucho su uso, quedando reservado nada más que para la víspera y el día de la Fiesta del Corpus Christi, y cuando voltea lo hace de alegría, junto al resto de sus hermanas, como homenaje a la Eucaristía. Su epigrafía la vemos de nuevo dedicada a la Virgen, en el Ave María, llevando en ella el año de su fundición. A pesar de su antigüedad se encuentra en buen estado de conservación. Yendo de izquierda a derecha, a partir de la entrada a la Sala de Campanas, ocupa junto a “La Bàrbera” el segundo hueco, siendo la del espacio inferior. Ambas campanas son de tamaño similar, con una boca de 84 cm. Y aproximadamente 343 kilos de peso, siendo de las medianas.

“La Bàrbera” o Bárbara es pues la compañera de “La Caterina”, estando situada encima de ella. Es de las más modernas pues data de 1681. Es esta la Única campana de la Sala que se encuentra mecanizada, con un motor controlado por ordenador, que toca como un campanero. Se trata de un motor de volteo, aÚn cuando conserva su mecanismo para el volteo manual, siendo así como se toca en las grandes fiestas, reservando el toque mecanizado para cuando a diario llama “A Coro” del Capítulo Catedralicio. La epigrafía de “La Bàrbera” explica como pocas los diferentes usos que a lo largo de la historia han tenido las campanas y es la que tomamos como ejemplo al describir estos y traducida dice así: alabo al Dios Verdadero, convoco al pueblo, congrego al clero, lloro a los difuntos, ahuyento a Satanás, canto la fiesta. San Miguel, la Virgen con el Niño, Cristo en la cruz con María y Juan y Santa Bárbara, su titular, en ella están representados, como nos indica también quien fue su fundidor y el año de su fundición.

Esta ventana que ocupan “La Caterina” y la “Bàrbera”, es la ventana de las “morlanes” y en ella estaba colocada la antigua matraca, que fue destruida en la década de los 60 del siglo XX., cuando se mecanizaron las campanas.

El primer hueco a la izquierda de la entrada a la sala está ocupado por una de las campanas grandes, y de las más antiguas, “El Jaume”. Fundida en 1429, poco tiempo después de terminada la torre campanario, tiene un peso de unos 1393 kilos con una boca de 134 cm. Su epigrafía alaba y pide la protección de Dios y de la Virgen, con el Ave María y como en otras muchas registra su fundidor y el año de su fundición. Fue la campana más grande que se trasladó a la Expo de Sevilla y se toca manualmente pudiendo voltear y repicar.

El tercer hueco, siempre siguiendo la misma dirección, lo ocupa “El Manuel”. Con sus aproximadamente 1554 kilos y 139 cm de boca, es la segunda en tamaño de la Sala. Fue fundida en 1621, como indica su epigrafía junto al nombre de su fundidor. En ella se pide al Señor que ahuyente las causas adversas y se venza al león de la tribu de Judá. Como “El Jaume”, voltea y repica manualmente, aunque permite el repique mecánico por aire comprimido. Es la campana que cada noche toca el cierre de las murallas.

Ocupa el cuarto hueco, el situado enfrente del hueco de la escalera que da entrada a la Sala, siendo la primera que ves, la mayor de sus campanas: “La María”, de unos 1,765 kilos y una boca de 145 cm. de diámetro. Su fecha de fundición es de 1532, como reza su epigrafía, extensamente dedicada a la exaltación de la Virgen María y en la que también se indica el nombre de su fundidor, siendo gótica su letra y en alguna parte erosionada por defectos de fundición. Aunque su volteo y repique es manual, permite también su repique mecánico por aire comprimido.

A su lado, ocupando el quinto hueco, se encuentra “El Vicent”, la menor de las campanas grandes, con un peso de unos 835 kilos y una boca de 113 cm. Fue fundida en 1569. Se la bendijo con el nombre de nuestro Santo Patrono San Vicente Ferrer haciendo en su epigrafía, en letra gótica, referencia a los judíos, a los que tanto convirtió nuestro Santo, y ensalzando a Dios, constando en ella el nombre de su fundidor. Como todas las de esta sala repica y voltea manualmente.

El sexto hueco esta ocupado por otra de las campanas grandes “L'Andreu” de unos 1242 kilos y 129 cm. de boca. Fue fundida en 1605. Su epigrafía nos indica su fundidor y reza “ihs autem tranriens per medium illorum ibat”. Voltea y repica manualmente. El 18 de abril de 1606, martes por la mañana, acabada de bautizar por el Obispo, se subía al campanario. Cuando el gremio de campaneros volvía a su estado original, hace ya varios años, las campanas de esta sala, construyeron una nueva matraca que instalaron en lo alto de este hueco de “L'Andreu”

El séptimo hueco para campanas, el situado a la derecha del hueco de la escalera que da entrada a la Sala, esta ocupado por cuatro campanas: arriba “El Pau”, bajo “L’Arcis”, a la derecha “La Violant” y a la izquierda “L’Ursula”, son campanas pequeñas o medianas. La más pequeña y una de las más antiguas es “L’Ursula” que fue fundida en 1438 y que tiene un peso de unos 159 kilos. Su epigrafía bendice a Dios y nos dice que fue hecha por Antoni Martín, francés de Langres. Le sigue en tamaño “La Violant”, la “nueva” fundida en 1735, luego vino a sustituir a otra anterior, o tal vez proceda de la refundición de su predecesora, mucho más antigua, ya que esta dedicada a la Reina Violante, pesa unos 285 kilos y su epigrafía hace referencia a la Virgen María. “El Pau”, fundida en 1489 fue una de las tres campanas de la Catedral que fue llevada a la Exposición Internacional de Sevilla de 1992, tiene un peso de unos 422 kilos y una boca de 90 cm. Su epigrafía hace referencia a su titular, y por Último “L’Arcis” de tamaño algo mayor pues tiene un peso aproximado de 480 kilos con 94 cm. de diámetro de su boca, se fundía en 1528. La epigrafía de esta campana nos da cuenta de su fundidor del año de su fundición y de otros datos más respecto a ella, pues nos dice que fue hecha en el mes de noviembre del año 1528 y da los nombres de varios miembros de la Cofradía del Glorioso San Narciso. Fue esta cofradía la que financió su fundación y de ahí el nombre que se le puso a la campana, el de su Santo Patrón y se hizo para la casa de esta cofradía pasando después a la Catedral. Estas cuatro campanas voltean y repican manualmente.

Separada de la Sala de Campanas, en la sala abovedada inferior a esta, que fuera “casa del campaner”, se encuentra la Única campana que no pertenecía a la Catedral, “L’Eloi”, que fue trasladada aquí cuando en 1942 se pensaba en derribar el precioso campanario de Santa Catalina a fin de prolongar la actual avenida del Oeste, a lo que se opuso la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos. Es la Única campana que se conserva del antiguo juego de campanas de esta antiquísima parroquia. “L’Eloi” es a su vez la campana más moderna de las que hay hoy en la torre campanario de la Catedral. Fue fundida en 1846, como reza su epigrafía la que también nos dice que fue hecha en honor de San Eloy, venerado en la parroquia de Santa Catalina Mártir de Valencia. San Eloy es el patrono del gremio de plateros, el cual financió su fundición aportando tanta plata como fuera posible en su aleación, sin que se modificara su sonoridad. El porcentaje de plata que contiene, un cuatro por mil, es menor de lo que se creía. Se trata de una campana pequeña de 71 cm de boca y de unos 207 kilos de peso. Cuando fue trasladada al Miguelete, en un principio se la instaló en la Sala de Campanas, arriba de “El Vicent”, pero al ser campana foránea, que no tomaba parte en ninguno de los toques de la Catedral se decidió bajarla a su posición actual. Su volteo se realiza manualmente. Se trata de una campana interesante a pesar de que en caso de rotura el gremio de campaneros considere que se pueda refundir después de documentarla.

La Catedral dispone además de una serie de pequeñas campanas, entre ellas una rueda de madera con ocho pequeñas campanas de unos dos kilos cada una, fechadas hacia el año 1700, de las que solo sonaban seis por falta de badajo hasta que fueron repuestos en 1999 y que se encuentra colocada a la vuelta de la girola de la Seo. Junto a ella se encuentra la “campaneta” o señalera 1, de unos 4 kilos de peso, cuyo año de fundición se estima hacia 1400. Como las campanas de la rueda no tiene epigrafía alguna. Es la que se toca todos los días para avisar a misa. También junto a la rueda de campanas se encuentra la “ campana dels morts”, pequeña campana de unos 5 kilos de peso, fundida hacia el año 1300, que recientemente fue soldada en Alemania, recuperando una buena voz aguda y que se toca en casos de defunción. Esta pequeña campana, de gran valor, es una campana manual de medio volteo, cuyo mecanismo de tocar es el de ballesta con cuerda. Como sus compañeras, no presenta epigrafía alguna. Por Último se encuentra “El Cimboriet”, campana algo mayor, de unos 15 kilos, fundida en 1805 y que vino a sustituir a una anterior fundida en 1631 y que en la actualidad no se toca.

Once son pues las campanas de la Sala de Campanas del Micalet, dos las que hay en la espadaña de su terraza y 11 las que se encuentran en la propia Catedral. Todas ellas tienen más de 100 años de existencia, llegando algunas, como la “dels morts” y “la Caterina” a los 700 años, las más antiguas de Valencia, y aÚn me atrevería a decir, al menos de las más antiguas de la Corona de Aragón. Entre ellas son bastantes las góticas.

En la Sala de campanas se encuentran:

1 campana de principios del siglo XIV, “La Caterina”.

3 campanas del siglo XV. “L’Ursula”, “El Pau” y “El Jaume”.

3 campanas del siglo XVI, “L’Arcis”, “El Vicent” y “La María”

3 campanas del siglo XVII, “La Barbera”, “L’Andreu” y “El Manuel”

1 campana del siglo XVIII, “La Violant”

Todas son campanas históricas, con mayor o menor valor por su antigüedad o por su sonido o fundición, de ellas varias merecen por si mismas la calificación de BIC (bien mueble), todas las anteriores al 1550 pero en su conjunto y por su particularidad de conservar sus toques manuales son campanas a proteger y conservar.

En la espadaña se encuentran:

1 campana del siglo XVI, “El Micalet” o “El Miquel”, que presenta grabados góticos.

1 campana del siglo XVIII, la campana “Dels Quarts”

El Micalet, por ella sola es una campana que merece la calificación de BIC. A pesar de que la actual data del siglo XVI, como hemos visto su procedencia es muy anterior, de principios del siglo XV, y además es la mayor campana en uso de la Corona de Aragón, y la tercera de España.

En la propia Catedral existen:

1 campana de comienzos del siglo XIV, la “Campana dels morts” (del 1300)

1 campana de principios del siglo XV, la “Señalera 1 o campaneta” (del 1400)

8 campanas de principios del siglo XVIII (las de la rueda) y

1 campana del siglo XIX, “El Cimboriet”.

Aunque pequeñas campanas hay entre las campanas de la Catedral dos campanas góticas, una de ella con un buen sonido y muy antigua. Estas dos campanas deben por tanto protegerse e incluirse en la calificación de BIC.

María Ángeles GONZÁLEZ GUDINO
Valencia (2003)

anterior índice posterior

 

  • Volver a la página anterior
  • Menu inicial CAMPANERS DE LA CATEDRAL DE VALÈNCIA
    Campaners de la Catedral de València
    © GONZÁLEZ GUDINO, María Ángeles (2003)
    © Campaners de la Catedral de València (2024)
    campaners@hotmail.com
    Actualización: 12-05-2024
    Convertir a PDF

    Connectats: 41 Visitants: 41 Usuaris: 0